lunes, 6 de abril de 2009

Asimultáneo.

¿Qué tan a menudo somos concientes de la relevancia de la simultaneidad? Hoy me he dado cuenta de lo fundamental que es.

Trabajando con el concepto de correlación y simultaneidad, de cómo integrar diferentes sentidos (visión, audio, tacto) en un robot, tuve la siguiente fantasía (advertencia: en verdad es de manicomio, pero fue un ejercicio interesante para entender el tipo de conexiones que debemos presuponer en nuestros cerebros):


Veamos lo que se sentiría si nuestros sentidos fueran perdiendo la coordinación gradualmente, hasta que viéramos cosas suceder que no correspondan con lo que escuchamos o lo que sentimos.

Imaginemos primero el siguiente caso: escuchamos a la gente hablar, pero no vemos a sus labios moverse, sino hasta unos segundos depués. No es una experiencia del todo no familiar, sucede cuando se desfasan el sonido y el video en las películas. -- ¡Ah! tal vez mis nervios ópticos sufren de algún retraso -- pensaríamos. La situación comenzaría a ser algo desesperante si dura mucho tiempo.

Añadamos ahora el sentido del tacto: digamos que hemos decidido hacer una prueba golpeando con el puño sobre una mesilla cercana. Debemos acercarnos a ella. Ahm... pero sabemos que vemos después de que oimos, lo que nos hace suponer que llegaremos a la mesa antes de que lo veamos. Nos preparamos tal vez para chocar con ella. Calculamos la distancia, caminamos y tratamos de tocarla con la palma de la mano, sentimos que está ahí, bajo nuestros dedos, pero unos segundos después nuestro sentido de la vista nos dice que nuestra mano está demasiado alta: ¡no hemos tocado la mesa! ¿cómo es entonces que la sentimos?

Desconcertados bajamos el brazo, sentimos que ya tocamos la mesa, repentinamente escuchamos un brusco "toc", nuestra vista nos dice que nos hemos golpeado con la mesa y, por último, nos duele un poco la mano. ¿Qué carambas fue lo que pasó? Para ahorrar letras en describir más experimentos, venga de una vez la explicación: la primera sensación en el tacto no fue producida por un hecho real, sino que nuestros nervios fueron activados (de más) por el haber estado esperado una cierta sensación. Después de la vista nos llega el dolor, porque aún sentimos, pero nuestro sentido del tacto está aún más retrasado que el de la vista.

La locura es: imaginemos que esto se queda así por suficientes minutos. El retraso entre todos nuestros sentidos es significativo. No podemos saber cuando alguien ha chocado con nosotros sino hasta que ya le hemos oído y luego visto quejarse. Si queremos reaccionar ante algo, probablemente para cuando sepamos qué pasó ya es demasiado tarde y en tratar de reparalo lo hemos hecho peor (en lugar de alejarnos del amigo que pisamos, caimos sobre su otro pie). Comezamos a sentir cosas inesperadas, nos engaña lo que esperamos sentir con lo que realmente sentimos. Las cosas empeoran si los sonidos dejan de corresponder con lo que vemos tanto que, escuchamos diálogos de personas que no están ahí, aparecen personas que no hemos oído o sentido. Sentimos cosas que no vemos pues, si ocurrió algo a nuestras espaldas, para cuando volteamos ya es más que tarde.


Pero... ¿Hemos intentado caminar? Decimos: "pierna izquierda, luego derecha", sentimos que nos movemos, el suelo bajo nuestros pies y el balanceo de nuestro cuerpo. De pronto llega el sonido de un fuerte golpe, vemos el mundo girar a nuestro alrededor, nos duele una rodilla y entonces sabemos que algo está mal; sentimos el golpe en cada parte de nuestro cuerpo a un tiempo muy diferente. Nuestros músculos motores no trabajan ya más exactamente en el orden en el que se los ordenamos.

¿Hemos intentado hablar? Tal vez la desesperación es tan grande que gritamos, escuchamos nuestro grito dos veces -- ¡o no! ahora el sentido del oído está tan mal como el del tacto. Vemos gente voltear y gritamos -- ¡Auxilio! -- nos escuchamos pidiendo ayuda, pero los rostros de la gente se muestran confundidos, nadie nos entiende. Finalmente escuchamos un ronco balbusido que no significa nada.