lunes, 19 de marzo de 2007

Computadoras ¿Inteligentes?

Dotar a una computadora del sentido común, tan esencial en las relaciones interpersonales, no será posible mientras la máquina creada por el hombre sea incapaz de experimentar en sí misma las experiencias y emociones que experimentan los seres humanos: ver, oír, oler, gustar, sentir, experimentar los efectos del cansancio, la tristeza, la alegría.


Es sorprendente echar una mirada a la literatura producida en los últimos años acerca de los numerosos proyectos que tienen como finalidad el hacer de las computadoras entes más amigables, más humanos. La idea central es hacer de la computadora algo más que un gran almacén de información. Se desea que cada palabra tenga un significado y que las frases tengan sentido. Sin embargo, el significado de una misma palabra puede variar dependiendo del contexto, el sentido de una frase puede tener una interpretación diferente dependiendo de las circunstancias. ¿Cómo podría una computadora conocer la diferencia?


Existen proyectos que pretenden ya no sólo almacenar las palabras, sino también sus significados. Estos significados se dan en términos de las relaciones entre las palabras mismas y se espera que las computadoras sean capaces de encontrar aún más relaciones a través algoritmos lógicos. Sin embargo, la complejidad de los programas sigue en aumento y la fragilidad del conocimiento adquirido es un obstáculo pues ¿quién puede estar seguro de que “el mayordomo cometió el asesinato”? ¿Quién puede garantizar que “el niño de la vecina no está mintiendo”? ¿Cómo podemos estar seguros de las causas de todas las cosas si aún las continuamos buscando? ¿Quién puede saber de todas las razones, de todos los fines? ¿Cómo podría entonces demostrarse que la computadora llegó a un resultado verdadero después de un razonamiento válido? Si los seres humanos cometemos errores, caemos en contradicciones, cambiamos de opinión, hablamos con imprecisiones ¿cómo podría una computadora lidiar con todas las posibilidades que generamos a cada instante?


Mucho me temo que, si buscamos una solución absoluta a todos estos problemas, las computadoras continuarán sin poder comprender lo que está almacenado en ellas y por consiguiente, seguirán dándonos respuestas sin sentido.


Tras todo esto ¿de qué podría servirle a una computadora tener sensores semejantes a los nuestros?


Bien, curiosamente, creo que ahora hablaré del ejemplo que me hizo percatarme de todos estos problemas con mayor claridad. Sí, curiosamente para mí fue el principio y a pesar de ello lo escribo hasta una página después.


El ejemplo es este: imaginaba yo a un ser humano tratando de entrenar a uno de estos sistemas que desean almacenar todo el conocimiento de sentido común. (Conozco un proyecto que le da premios a los usuarios entre más frases correctas agreguen). De pronto pensé en una frase “Las rosas frescas huelen a caño” ¡Cielos! ¿Qué ser humano se atrevería a afirmar en verdad semejante cosa? A pesar de ello ¿Qué base de datos podría permitirle a una computadora darse cuenta de ello? ¿Qué clase de complejo razonamiento tendría que hacer a la computadora saltar desde una definición de diccionario de una rosa y un caño hasta un poema que exalte su delicado aroma, para luego compararlo con el hecho de que en un caño hay material orgánico en descomposición y que este material huele mal y que por lo tanto afirmar que la rosa, de cuyo aroma se habla bien en un lugar y el caño que huele mal, no pueden oler igual? ¡Imaginen simplemente cuántas búsquedas se requerirían para encontrar y comparar la información necesaria en el modo correcto!, o ¡cuantas frases como “El objeto X y el objeto Y no huelen igual” tendrían que ser agregadas a la base de datos!


Para un ser humano es mucho más sencillo recordar a qué huele una rosa y a qué huele el caño para decidir inmediatamente que no huelen igual, no necesita saberlo de antemano, pero averiguarlo, si es necesario, no toma más que unas fracciones de segundo.


En general, cualquier conocimiento de sentido común se caracteriza por estar ahí en el momento necesario sin que la persona tenga que ser consciente de cómo lo adquirió. Simplemente “lo sabe”. Pero ¿siempre fue así? No necesariamente y tengo un claro contra ejemplo que lo demuestra.


Se puede considerar un conocimiento de sentido común al hecho de que “No puedes estar en algún lugar antes de haber nacido” sin embargo, hace algunos años, cuando aún era pequeña, le reclamé con mucho sentimiento a mis padres el no haberme invitado a su boda. Ahora nos hace mucha gracia, pero en aquel momento no se me ocurrió pensar que no podían invitarme porque aún no había nacido.


De este modo, un conocimiento que se consideraría de sentido común tuvo que ser adquirido, no existió desde siempre y por sí mismo, como a veces aparentaría suceder.


En lo personal, creo que el conocimiento de sentido común puede tener su origen en dos fuentes: conocimientos adquiridos mediante la experiencia y deducciones lógicas casi inmediatas.


Conocimientos como el hecho de que un pie cabe en un calcetín o que el pantalón debe ponerse antes que los zapatos pueden adquirirse de dos modos: previendo a futuro, observando que “el zapato no va a caber a través del tubo de la pierna” o por experiencia, “intentando meter el zapato a través del pantalón y sufriendo las desesperantes consecuencias de quedarse atorado”. En cualquiera de los dos casos, se tendrá que llegar a la terminante conclusión de que los pantalones deben ponerse primero. Y después de un tiempo, ya no será importante cómo fue que la persona aprendió la lección, sino sólo el hecho de que lo sabe y ni siquiera tendrá que reflexionar al respecto la próxima vez que se vista.


A menudo, el concepto de sentido común podría asociarse más con esa capacidad, que algunas personas tienen más desarrollada que otras, de prever las consecuencias de ciertos actos o situaciones, de adelantarse a lo que otras personas podrían estar pensando. Este conocimiento es manejado con tal naturalidad por los individuos que “no se dan cuenta de los procesos mentales que están realizando”, simplemente “saben que las cosas son así” y por consecuencia lo llaman sentido común.

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